Si te interesa escribir para elpito.com -generalmente 1 artículo por semana durante un evento-, enviá un mensaje a opinion@elpito.com.
Fútbol
La Casa Desaparecida
“…Argentina, Argentina
que pasó en la Argentina
es la casa desaparecida…”
“La casa desaparecida” (Fito Páez)
Primero, el reconocimiento al campeón. Chile organizó la Copa América para ganarla y así fue. La prueba final no era fácil, pues tenía al frente el temido vecino, subcampeón del mundo y al que nunca había vencido en esta competencia. Y sin vencerlo, pudo coronarse campeón delante suyo. Lo hizo con justicia, tras 120 minutos de un partido en el cual las mejores opciones fueron albicelestes, pero el control siempre fue de La Roja. Brillante PT, asedio por momentos en el ST y control en la prórroga. Salud al Campeón, que ganó bien el torneo con la única sombra de los cuartos de final cuando le metieron la mano y algo más a los charrúas (quienes se la dejaron meter, claro está). Fútbol vertical, actuaciones individuales sobresalientes como Medel, Aránguiz, Vidal y Bravo y un DT como Sampaoli que planteó el partido de su vida y superó claramente en este rubro al Tata. Por fin Chile ganó un título y puede decir que en un año, eliminó a España, puso a sudar a Brasil en el
Mineirao y le ganó una final a Argentina. No es poca cosa. La semilla sembrada por Bielsa en 2007 ha germinado.
Hablemos del subcampeón, palabra cada vez más asociada con Argentina. Creo que los problemas de la final, empezaron desde el planteo de Martino. He admirado su respeto por el buen fútbol desde que era jugador y que ha transmitido a sus equipos, siendo Newell´s 2013 su obra maestra. Tomar la Selección tras la renuncia de Sabella, sabiendo que la vara estaba alta tras el subtítulo en Brasil, implicaba altos riesgos. Chile 2015 llegó muy rápido y la apuesta era darle su propio estilo a un equipo con buenos solistas. En esta Copa sólo se vieron pinceladas de esa apuesta. El equipo arrancó con sombras, pero subió el rendimiento hasta alcanzar su pico en el 6-1 de las semifinales. Aquello fue un regalo envenenado, pues en el momento decisivo falló el esquema. Sampaoli neutralizó el binomio Pastore – Messi, copó los costados, ganó el medio y no hubo respuestas de Martino. Chile siempre tuvo el control. Los cambios fueron desastrosos, ya que Higuaín mostró que los fantasmas de 2014 siguen
ahí, Banega no pesó y Tévez quedó en el banco. El partido del que habló el Tata en la desafortunada rueda de prensa, fue distinto al de la TV. El proceso lleva menos de un año y el objetivo principal es consolidar un estilo de juego hacia Rusia 2018, pero ganar esta Copa no era algo menor y desde el banco se gestó el desenlace. El equipo de la final se pareció más al de Sabella que al que pretendió Martino en Chile.
En el campo, Argentina no tuvo la actitud necesaria en el partido decisivo. En cambio, los chilenos jugaron sin temores y mostrando coraje. Es cierto que los australes no crearon muchas llegadas claras y que las situaciones más peligrosas las vivió Bravo y no Romero, pero nunca se vio a Argentina en control del juego. Incluso, ante Alemania en el Maracaná, la albiceleste perdió, pero jugó su mejor partido del Mundial y mereció mejor suerte. En cambio el sábado, sin haber sido superada en el marcador, si lo fue en el juego y quedó la sensación que “se perdió algo más que un partido de fútbol”, como dijera Menotti en 1998 tras la eliminación frente a Holanda. La actitud no fue la de una final y excepto los centrales y El Jefecito Mascherano, cuya entrega es infinita, las actuaciones individuales fueron pobres. A una selección Argentina como dijera El Gráfico tras el 5-0, “le está permitido ganar, empatar o perder, pero no el papelón”. Extraña la falta de jerarquía de algunos jugadores,
los cuales están acostumbrados a ganar finales con sus equipos y a perderlas con la selección.
El caso más debatido es el de Messi, de nuevo en deuda en el partido final, en el instante decisivo. Se han dicho muchas injusticias, es cierto. Siempre se le pedirá más, también. No deja de ser el mejor del mundo, un jugador de época, que en una sola aparición al filo del minuto 92, casi sentencia la Copa. No dejará de ser el Balón de Oro y seguro llegarán otros más, pero aún nos debe una gran final con la albiceleste. No pudo ser en Río, tampoco fue en Santiago. No discuto un ápice la calidad de su juego. El sábado lo anularon y el planteo del equipo no lo ayudó en absoluto. Eso sí, discuto la falta de carácter. No debe llevar la cinta, no tiene el perfil para ello, como si lo posee El Jefecito. Le iría mejor sin ese peso en la manga. Su liderazgo es por juego, pero si no tiene la pelota, chao. El problema es que no la busca y no contagia a sus compañeros cuando las cosas no vienen bien. Lo afecta mucho la comparación con Maradona. Son distintos y se pretende que sea igual al
Diez. No puede ser. Sus talentos son otros, sus defectos también. Como se dijo en la película sobre su vida: “Messi es el argentino que quisiéramos ser y Diego es el argentino que somos”. Con todo lo bueno y lo malo que esto implica. Maradona se ponía el equipo al hombro. Messi no. Ni antes, ni ahora. Diego hizo grande al Nápoles y casi siempre coincidió en sus equipos con compañeros muy por debajo de su nivel. Messi ha estado mejor rodeado y ha sido la joya de la corona del posible mejor equipo de la historia. Lástima que el sábado fuera otra mancha, tras una Copa América muy buena. Ojalá en Rusia llegue la revancha que tanto necesita.
Van 22 años, la lista de finales perdidas crece, las Copas no llegan y las generaciones pasan. Se fue en blanco la de Ayala y Ortega, y luego aquella de los primeros juveniles de Pekerman, cuyo punto más alto en mayores fue Alemania 2006. Esta generación, la de los juveniles de 2005 y 2007 y Mascherano, empieza a recorrer ese camino. Es importante llegar a las finales, pero éstas no son sólo para jugarlas, son para ganarlas. Y esa sana costumbre, como la casa de la canción, ha desaparecido. Vienen años duros, con una posible nueva Copa América en 2016, unas eliminatorias parejas y luego el último Mundial para muchos de estos jugadores. Después el diluvio, pues no se ve recambio. Las selecciones juveniles tras 2007 han sido muy flojas. No importa, pues esta selección siempre renace y ojalá llegue un título. Estoy de acuerdo con Martino, en que la idea es consolidar un estilo de juego. Y así volver a leer las palabras Argentina y campeón en la misma frase. Y que la casa nunca más
desaparezca.
Germán E. Ocampo Gómez
Medellín, Julio 8 de 2015
PD: Con esta entrega, terminan mis colaboraciones para El Pito en esta Copa América. Que lleguen más torneos y con ellos, nuevas columnas para que, como bien lo dijera Eduardo Sacheri, sigamos compartiendo algo más importante que el amor por una camiseta, los goles o los campeonatos: el amor por el fútbol. Muchas gracias.