Todo llega y todo pasa. El domingo se acaba el Mundial
y se inicia la nueva vigilia de 4 años para la próxima cita: Alemania
2006. Pasarán muchas cosas en el camino: Copas continentales, las
eliminatorias y los Olímpicos. Como aficionado al fútbol, deseo que la
espera valga la pena y que la cita alemana salga mejor que este sorpresivo
e insípido Mundial asiático, que a dos partidos del final, en mi
concepto, nos está debiendo futbolísticamente hablando. Y me temo que en
el juicio de la historia nos quedará debiendo, aunque tenga como cierre
el clásico esperado cuando en Yokohama estén frente a frente las dos
principales potencias del fútbol por primera vez en la historia
mundialista.
A medida que el torneo avanzaba, era inevitable
encontrarle cierto parecido con la Copa jugada en Estados Unidos hace 8
años. Algunos hechos así lo advertían: Las sorpresas a granel, la
tempranera salida de Argentina cuando pintaba para cosas mejores, los
gringos superando la primera fase, España en cuartos, México primero en
su grupo por encima de Italia y luego eliminado en segunda ronda, Italia
vacilante, Alemania simple pero efectiva, Suecia clasificada y por
supuesto, Brasil ganando y sumando con un fútbol práctico.
Así, tras la salida en primera fase de dos de los
cuatro favoritos principales como Francia y Argentina y de un fuerte
aspirante como Portugal, no era raro pensar que se podría dar un tercer
Brasil - Italia en la final, aunque el buen juego de la Inglaterra de
Erikson, lo hacía dudar. Pero entre la mezquindad de Trappattoni, el
entusiasmo de los coreanos y el pito arbitral, se pusieron de acuerdo para
mandar a los italianos a casa y entonces repetir la final del ’94 era
imposible. Mientras tanto las sorpresas seguían a la orden del día y
ahora sólo quedaban ocho de los 32 originales y los cuartos de final
llegaron con los ingleses como únicos representantes del cuarteto de
favoritos iniciales.
Junto a los británicos llegaron dos históricos como
Brasil y Alemania y un eterno aspirante como España para salvar el
prestigio de los “sospechosos de siempre” frente a los invitados
inesperados como USA, Senegal, Turquía y Corea. Y tras los cuatro
partidos, algunos con terribles errores arbitrales como la “metida de
mano” a la Madre Patria, siguieron en carrera los históricos junto a
los animosos turcos y los entusiastas anfitriones dirigidos por Guus
Hiddink. Las sorpresas habían desbordado los cálculos. Siempre hay
espacio para un “palo”, pero se colaron dos. Y entre los de siempre,
llegaron los dos que menos se esperaban dado el proceso eliminatorio y el
juego previo al Mundial. Y los cuatro favoritos en casa, cumpliendo
crudamente el destino de los vaticinios de Pelé, los cuales
desafortunadamente esta vez fueron también los míos propios.
Pero a pesar de tanta sorpresa, del pobre nivel
técnico, de la sensación de mediocridad, al final la historia pasó
factura e hizo sentir su peso. Y al igual que sucediera en el ’94 con
Bulgaria y Suecia o en el ’98 con Croacia, el miedo escénico que trae
consigo la palabra “semifinal” se paseó por Seúl y Saitama. Y a
pesar de la “marea roja” coreana y de las ganas que le pusieron los
turcos para contrarrestar sus evidentes limitaciones, los sospechosos
impusieron su ley y tenemos a Alemania y Brasil en la final.
Hubo que esperar 17 mundiales para que teutones y
cariocas se vieran las caras en un partido de Copa del Mundo. Y con el
marco de una final llena de historia: Uno buscando la gloria del penta
campeonato, el otro queriendo ser “tetra” y ambos en su séptima
definición. Por un lado, Brasil que llega por tercera vez consecutiva a
la instancia suprema dejando de lado el “jogo bonito” y
utilizando un fútbol práctico, gracias a individualidades como Rivaldo,
Ronaldo y Ronaldinho que suplen la falta de juego colectivo y con una
defensa vacilante, a pesar de sus dos magníficos laterales. En todo caso
no es el equipo del 82, ni el del 94, pero es mejor que el de Zagalo en
Francia. Por el otro lado, los alemanes han hecho del pragmatismo un dogma
en este Mundial. Es un equipo con cero lujos, muy distante del último
campeón del 90 cuando su actual técnico era delantero y muy similar a
los del 94 y 98, sólo que este modelo 2002 si superó los cuartos de
final. Alemania es temible en el juego aéreo, su principal arma y tiene
una defensa muy sólida, pero permeable como lo demostrara USA, pero con
una muralla atrás como Oliver Kahn, en esta hora el mejor arquero del
mundo.
Ambos llegaron sin gastar mucho, principalmente Brasil
en la primera fase, para después afrontar un rival de mediano calibre
como Bélgica y llegar a la prueba de fuego de Inglaterra, partido en el
que mostró pasta de campeón. Alemania ha definido los juegos con muy
poco, excepto la goleada a la comparsa árabe en el debut. Y en el resto
del torneo con la misma fórmula: 1-0 y basta. Respetando la frase de
Lineker: “el fútbol es un deporte donde juegan 11 contra 11 y siempre
gana Alemania”. Ahí están cara a cara y por el bien de la tradición
futbolera y representando a los de siempre, aunque eran los menos
sospechosos entre los sospechosos, a pesar de los trofeos acumulados. Y
creo que con los semifinalistas de este año era la mejor final posible,
pues la verdad y así me tilden de antiglobalista, tradicionalista o
resistente al cambio, no estoy preparado para una final Corea - Turquía o
Senegal - USA. Y creo que el fútbol tampoco.
Cae el telón de un Mundial mediocre. Rudi Voeller y
Scolari sonríen, pues le ganaron a todos, a la crítica, a las malas
eliminatorias y a los vaticinios. Pero ahí están representando a la
historia, que sigue pesando mucho. Y una reflexión final: Brasil desde
que dejó el juego vistoso de antes que le diera tres Copas y varias
frustraciones como la del 82, optó por la línea práctica y ya lleva
tres finales al hilo. Quizá sea verdad lo que dijo Bilardo: “Cuando
Brasil se ponga al día en lo táctico, los demás tendrán que luchar por
el segundo puesto”. Veremos que pasa el domingo cuando la historia tenga
su cita en Yokohama. Y en todo caso no se olviden de Lineker.
Germán Ocampo
Fort Lauderdale, Junio 27 de 2.002 |